de campamentos

Ayer me acordé de la sensación que tenía cuando llegué a Pamplona, me creía que estaba de campamentos. Y no sé cómo, pero ayer me acordé también de Vagón-bar. Lo busqué durante un rato en la estantería de mi cuarto y lo encontré. Cuando leí por primera vez También los mejillones crían perlas me encantó.

El portero me preguntó si aquello era para mi piso. Aquello era un paquete pequeño, envuelto en papel corriente de embalaje, que ponía mi nombre. Busqué el remite algo extrañado. No había. A lo mejor es una bomba, le dije al portero, y seguí las escaleras. Al llegar al segundo ya había abierto el paquete. Traía una caja de chocolatinas Príncipe. Parecía muy espachurrada. Me hizo gracia y me puse a pensar en quién podría mandarla, pero no había ninguna carta, ningún mesaje. Abrí la caja y me encontré un post-it amarillo en el que se leía, escrito a mano, el siguiente mensaje: "Consumir preferentemente de izquierda a derecha, aunque como siempre no tiene por qué. En realidad, tú tienes las manos".

No terminaba ahí, pero descubrí también media octavilla blanca garrapateada por los dos lados: "Mañana a las 10:00 subiré al autobús. Mis padres, aunque no lo entienden, han respetado mi elección y están dispuestos a apoyarme, así que sólo puedo recordar aquello que me escribió una chica: "Es imposible que una madre dé por perdido a su hijo, porque un hijo es algo que se lleva en las entrañas". Me voy de Pamplona con la misma sensación del último día de campamento, una sensación que pesa en la cabeza, gente con la que podría estar toda la vida si yo cambiase mi vida. Así que me voy un poco más delgado y roto. Elegir es una mierda: no entiendo por qué sólo tenemos dos brazos y una vida y una cabeza(media sonrisa). Hoy me he despedido de ella, mañana le pediré un beso y más adelante nos volveremos a encontrar muy distintos; aunque sé que nos daremos un beso, porque sólo nos separa la posición de los ojos. En fin, que estés bien, aunque sea el último día de campamentos".

Me puse nervioso. Había dolor allí, en alguien a quien conocía, y no sabía quién era. Aquella letra ni me sonaba. Y debería: la había visto una vezentre cincuenta exámenes para matrícula. Era una letra difícil cuyos rasgos recordaban el aleteo errátil de las moscas. Por hacer algo, decidí regalar las chocolatinas ( siempre regalo lo que me regalan: quizá para estar tranquilo), y al coger dos noté que tenían formas muy distintas. La tercera también era diferente, palpé la cuarta y se parecía a la segunda. Miré entonces la caja: deberían ser todas iguales. Sospeché que alguien las había rellenado de otra cosa y abrí la primera. Había tres folios muy doblados. Contenían tres trozos de un cuento. La tercera traía una carta muy bien escrita de otros cinco folios: ya supe de quién era. Quizá no entendí muy bien lo que me decía, pero me emocioné. Sobre todo, por el cuidado que había puesto en cerrar todos aquellos envoltorios de chocolatinas llenos de sopresas.

Como no sé donde encontrarle ni qué decirle, escribo esto por si alguien le cuenta que su paquete ha llegado; que siento que su cambio de carrera le obligue a un cambio de ciudad; que no me he atrevido a regalar el mejillón con la perla de papel azul que salió de la cuarta chocolatina; que algún día le diré muy orgulloso a alguien: "Mira, a ése le tuve yo en primero"; y que también yo le deseo, más prosaicamente, con menos imaginación, que le vaya bonito.

José Francisco Sánchez



1 comentarios:

Anónimo dijo...

Ánimo con la acampada en la fcom y escribe mucho!

"Ella"
(me ha hecho mucha ilusión leer esto otra vez)